Luis Nolasco, de 25 años, no sabía cuáles serían las secuelas sicológicas de haber llegado a este país de México, sin papeles, a la edad de nueve años.
Todo parecía como que no le iba a dejar huella hasta que se encontró en plena adolescencia, cursando en la escuela preparatoria, cuando empezó a sentirse triste y pesimista.
“No entendía lo que significaba el trauma de ser indocumentado hasta que quise estudiar en la universidad y no sabía si iba a poder hacerlo o no por mi estatus migratorio”, asegura Nolasco. "Pensé que me iba tener que regresarme a México. Fue entonces cuando me di cuenta...de que era diferente de los demás".
Pasaron ocho años y seguía notando síntomas raros en su personalidad. “Siento que mi estado mental ha sido la causa de que muchas metas se me hayan atrasado”, afirma.
El joven ha intentado navegar a través del complejo sistema de salud mental varias veces y, hasta ahora, no ha podido encontrar los servicios adecuados. "La ayuda que se me ofrece es muy limitada y es un sistema muy frustrante de navegar", comenta.
Los sentimientos expresados por Nolasco tienen fundamento. Las disparidades actuales en los servicios de la salud mental han sido persistentes, graves y bien documentadas en comunidades latinas del país. Los investigadores han confirmado que, por lo general, los latinos tienen menor acceso y mayor propensidad de recibir tratamiento de peor calidad que los anglos.
Un luchador
Hoy en día, Nolasco, cofundador de la organización Inland Empire Immigrant Youth Coalition que aboga por jóvenes inmigrantes en la región, se considera afortunado porque cuenta con un seguro médico que le proporciona su trabajo.
Aún así, se le ha sido dificil el poder hallar ayuda para hablar de las inquietudes que le han ido afectado su salud mental. No ha encontrado un terapeuta que verdaderamente pueda comprender su dilema como inmigrante indocumentado, persona de color yqueer—una forma genérica de definirse como miembro de la comunidad lesbiana, gay, bisexual, transgénero o transexual (LGBTQ), sin adjudicarse ninguna etiqueta concreta dentro de este colectivo. En ocasiones le ha tenido que explicar al tearpeuta la fuerte emoción negativa y duradera que sufre el inmigrante indocumentado.
“El estigma existe, es una realidad”, reconoce Nolasco. “Aunque ha ido mejorando y hay más aceptación que antes, de todas maneras, la enfermedad mental sigue siendo un tema tabú dentro de la comunidad latina. Se espera que te lo guardes todo para dentro”.
Erika Del Carmen Ruiz, de 21 años, es otra joven quien se identifica con la comunidad latina LGBTQ. Ha acudido a terapia en ocasiones porque sufre de ansiedad. Aunque dice que tiene un carácter nervioso de por sí, se acuerda que se puso peor en el último año de la preparatoria cuando se la enfermó su abuelita.
No fue solamente eso, sino que tuvo que afrontar el hecho que no era heterosexual, lo cual iba en contra de las creencias católicas de su familia inmigrante. "Nadie me tenía que decir que el no ser heterosexual era un pecado", afirma.
Tardó un tiempo en animarse a ir a terapia, confiesa Ruiz. Sintió que tuvo que encararse a un estigma doble: el de la cultura en casa y el de la sociedad. "Supe que la terapia me iba a ayudar pero hay que enfrentar tantísima estigma entre la cultura mexicana y la estadounidense".
Al pasar a la universidad, fue con una consejera latina que la comprendió y la enseñó algunas técnicas para poder controlar los ataques de pánico. “La terapia me ayudó a superar el trauma. Ahora el hablar con la gente se ha hecho mucho más fácil”, dice.
Los individuos LGBTQ que tienen enfermedades mentales suelen sufrir de lo que se ha denominado el estigma doble: el de la aceptación por su orientación sexual y el de su enfermedad mental.
Según la Alianza Nacional de Enfermedades Mentales (NAMI), estos individuos son casi tres veces más propensos que otros a padecer de una enfermedad mental como la depresión severa o el trastorno de la ansiedad generalizada. El miedo de declararse o 'salir del armario’ y ser discriminado puede provocar brotes depresivos, pensamientos de suicidio y abuso de sustancias.
No buscan ayuda
En un estudio publicado recientemente, “Removing Obstacles To Eliminating Racial and Ethnic Disparities in Behavioral Health Care”, sobre el cuidado de enfermedades mentales entre las minoridades, se muestra que todavía existe la necesidad de reducir las brechas, no obstante la reforma sanitaria federal.
Margarita Alegría, profesora de psicología en el Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina en la Universidad de Harvard, expone que los inmigrantes latinos suelen evadir los servicios de salud mental hasta que sufren una crisis o son un peligro para sí mismos o para otros. Hay muy poca información acerca de los tratamientos efectivos al alcance del público, apunta.
“Hemos visto que los inmigrantes no cuentan con el suficiente tiempo libre para ir a terapia, debido a que en sus vidas le dan la prioridad al trabajo”, señala Alegría. "Pero hay un momento en donde se debería de ir y hay que saber reconocer cuando se ha llegado a ese punto".
Esta es la segunda parte de un reportaje especial sobre el “Estigma y la Enfermedad Mental en la Comunidad Latina” del Center for Health Journalism en la Escuela de Comunicación y Periodismo Annenberg de la Universidad del Sur de California, Los Ángeles.