De no haber ido a donar sangre, Candace Stark no hubiera descubierto que alberga un peligroso parásito.
Aunque no había salido de Texas en 20 años, en su sangre tenía un parásito tropical que causa una enfermedad llamada mal de Chagas.
El parásito se aloja en un músculo del corazón e intestinos y puede permanecer oculto ahí durante dos décadas o más hasta provocar síntomas, incluso la muerte súbita.
Los libros de texto sostienen que el mal de Chagas, causado por un parásito denominado trypanosoma cruzi, es un problema en zonas pobres de los países latinoamericanos.
A nivel mundial, de ocho a 11 millones de personas padecen infección por esta enfermedad, de acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud.
Pero a los parásitos poco les importa cuánto tiene en su cuenta de banco. Aunque ser pobre es un factor de riesgo para contraer el mal de Chagas, el microbio está infectando a texanos de todos los niveles socioeconómicos y orígenes.
El mal de Chagas es una de alrededor de 40 infecciones conocidas como enfermedades tropicales relegadas, llamadas así porque son en gran medida ignoradas por los gobiernos y compañías farmacéuticas. Estas infectan a unas 1,500 millones de personas en regiones tropicales y subtropicales del mundo.
Sin embargo, este tipo de infecciones están hallando condiciones para radicarse en Texas. El aumento de las temperaturas, negligencia por parte de doctores y elevados índices de pobreza han hecho que siete de esas infecciones ya estén aquí y en proceso de instalarse.
Los expertos advierten que cada vez hay más casos de mal de Chagas y otras enfermedades tropicales relegadas en Estados Unidos.
Se calcula que unos 12 millones de estadounidenses tienen una o más infecciones tropicales, de las cuales unas 300,000 padecen el mal de Chagas. En Texas, uno de cada 6,500 donadores de sangre están infectados, en contraste con el promedio nacional de uno de cada 27,500 donadores.
Es probable que si uno lo tiene no lo sepa. Esto, porque el parásito permanece latente por años y porque los doctores estadounidenses no están bien informados sobre la enfermedad.
El mal de Chagas no es nuevo en Texas, como tampoco el insecto que propaga la infección, conocido como chinche, vinchuca, chinche besucona o kissing bug. El primer caso reportado en Estados Unidos fue en 1955, y las chinches besuconas han sido vistas en Texas desde inicios de 1800.
Estas chinches viven en los nidos de ratas y montones de madera, en los recovecos de sus muebles o en las fisuras de una casa. Se ganaron ese nombre por picar en torno a los ojos y a la boca.
Defecan donde comen. Y cuando la persona se frota la mordida irritada, también se restrega el excremento y el parásito en la piel.
La infección también se transmite mediante transfusiones de sangre, trasplantes de órganos, y durante el embarazo, de la madre al bebé.
Donación de sangre
En la unidad de donación de sangre aquella tarde de verano de 2013, el bolígrafo de Candace vaciló sobre la casilla de la pregunta “¿Ha donado sangre antes?”. ¿Qué debía responder? ¿Sí o no?
Como respondió “no”, el centro de donación le hizo una prueba con anticuerpos del parásito que causa el mal de Chagas. Al mes siguiente recibió una carta certificada. En ella le avisaban que había dado positivo a la enfermedad.
Candace nunca antes había oído de esa enfermedad. Ni siquiera sabía cómo pronunciarla. Accedió a internet, buscó información y hasta videos.
Una de cada tres personas infectadas contrae una afección cardiaca que puede ser mortal, leyó. Una persona puede estar infectada durante tres décadas o más sin presentar ningún síntoma, leyó en otro sitio. Continuó leyendo: Cuando empiezan a aparecer los síntomas, pueden ser dolor de pecho, dificultad para respirar, cansancio y muerte súbita.
En el consultorio de su médico, la ansiedad de Candace se convirtió en coraje. El doctor era experto en enfermedades infecciosas y le dijo que no sabía nada del mal de Chagas. Búsequese otro doctor, le dijo. El siguiente doctor no paraba de repasar libros y buscar en sus notas.
Por fin le dijo que no había un tratamiento aprobado para esa enfermedad, y que solo había fármacos experimentales distribuidos por los Centros de Control de Enfermedades. Los CDC requirieron otra prueba de sangre para comprobar que efectivamente tenía el mal de Chagas antes de entregarle las medicinas.
Seis meses después, Candace recibió las píldoras. Los tomó dos veces al día durante 60 días e iba a un hospital a hacerse una prueba de sangre cada semana para verificar que los fármacos no le estuvieran causando daño. Cuando se cumplieron los 60 días, el médico le dijo que ya no necesitaba verla otra vez.
No se le hicieron pruebas de seguimiento, como tampoco exámenes para ver si la medicina había funcionado. Simplemente le dijeron adiós.
¿Qué tan grande es el problema?
No sabemos si la incidencia del mal de Chagas está creciendo porque, hasta hace poco, nadie llevaba un registro.
Los médicos y veterinarios tienen que reportar algunas enfermedades a las autoridades de salud pública, pero en Texas el mal de Chagas no era una de esas enfermedades hasta hace dos años.
Desde entonces, por lo menos 39 personas han dado positivo en el estado, según el Departamento de Servicios Estatales de Salud de Texas. Dice que entre 12 y 15 personas adquirieron la infección en Texas y no en una región tropical.
Expertos de la Escuela Nacional de Medicina Tropical en Houston temen que muchos más texanos estén infectados y no lo sepan. Señalan que los médicos en Texas no están haciendo pruebas a sus pacientes con males cardiacos para ver si tienen el mal de Chagas porque en las escuelas de medicina se enseña muy poco sobre enfermedades tropicales relegadas.
Esto es un problema no solo para los pacientes sino para toda persona que reciba una transfusión de sangre.
Para los pacientes el problema es que, si no se lo trata, una tercera parte de los infectados sufrirá de un engrosamiento del músculo cardiaco hasta que el corazón ya no puede bombear suficiente sangre al cuerpo. Uno de cada 10 sufrirá daños en los nervios e intestinos, hasta el punto que la comida se pega en los intestinos hasta que el paciente ya no puede defecar.
El problema para toda persona que reciba una transfusión de sangre es que las actuales normas requieren que los donadores se hagan una prueba del parásito solo una vez en su vida.
¿Servirán las pastillas?
Candace no tenía síntomas, pero cualquier cosquilleo la hacía pensar en los primeros síntomas de la enfermedad. ¿Se sentía cansada porque fue un día de trabajo largo o el parásito empezaba a atacar?
Harta de la falta de información, Candace conoció a dos veterinarios de la Universidad de Texas A&M. Los veterinarios le dieron más información sobre el mal de Chagas que cualquier doctor que había visto.
El mal de Chagas no se transmite de los perros a los humanos, pero la infección en los animales puede ser una llamada de alerta.
En Texas, la mayoría de los veterinarios saben que casi el 10% de los perros en el estado son portadores del parásito que causa el mal de chagas.
Ese descubrimiento fue hecho por la doctora Sarah Hamer, una de los veterinarios con los que habló Candace. Hamer dirige un laboratorio que recibe chinches besuconas de todo el estado.
Hamer les corta la cabeza a los bichos para hacerles la prueba del parásito y de presencia de sangre humana. El 60% de los insectos da positivo al parásito y el 66% dan positivo a sangre humana. Si el bicho es atrapado en una casa, y no afuera, casi el 100% de las pruebas da positivo a sangre humana. Esto significa que las chinches están infectadas y mordiendo a los humanos.
Candace se pregunta qué le va a pasar. Ella vive con una probabilidad de 1 a 3 de que su corazón va a crecer y a debilitarse, y que eventualmente dejará de funcionar. Por ahora, no tiene síntomas, pero se pregunta cuánto pasará para que el parásito despierte.