Los Voces del Campo: La cosecha acortado de 2020 'ha devastado' el bien estar de algunos campesinos del Norte de la Bahía

This story is part of a larger project series, "Voices from the Vineyard," led by Sarah Klearman, a 2020 Impact Fellow. She is reporting on how the twin crises of the pandemic and the wildfires have impacted the health of the valley’s farmworkers and their families.

Her other stories include:

Voices from the Vineyard: Napa Valley Register launches reporting project on health of North Bay farmworkers 

Voices from the Vineyard, Part 2: Cost complicates access to health care for Napa Valley's farmworkers

The Waste of the World: Napa Valley must prioritize the health and personhood of its unhoused

Voices from the Vineyard, Part 4: Long quarantines inside Napa County-owned farmworker housing made residents feel isolated, anxious

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El viaje de ida y vuelta de Santa Rosa a Lodi le tomaría casi cinco horas. Para Eduardo no cabía duda que el viaje valía la pena.

Eduardo sabia que al final de las primeras dos horas y media que le llevaría llegar a Lodi le esperaba un cheque por $500. Como lo había hecho una vez anteriormente, Eduardo llegaría al estacionamiento de la iglesia Luterana St. Paul y esperaría pacientemente. Se uniría a una docena de personas que esperarían en sus vehículos a que el reverendo Nelson Rabell González les entregara un cheque, platicara un ratito con ellos y les diera su bendición. Eduardo entonces emprendería el viaje y manejaría por otras dos horas y media para regresar a su casa en Santa Rosa.

Eduardo, quien nos pidió que no mencionáramos su apellido pues es indocumentado, cuenta el par de cheques que recibió de Rabell González como una de las pocas cosas buenas que experimentó el año pasado. Comenzó el 2020 como un trabajador agrícola que había perdido una gran parte de su trabajo, e ingresos, por causa del incendio Kincade en el condado de Sonoma, que envolvió en humo a los viñedos del Norte de la Bahía, amenazando la integridad de la cosecha de uvas. 

En marzo, antes de la siguiente temporada de plantación y cosecha, la pandemia llegó a California y Eduardo perdió mas trabajo a medida que la compañía de manejo agrícola para la que trabajaba redujo sus cuadrillas, por el temor a tener muchos trabajadores laborando en grupos entre las vides y tratando de prevenir la propagación de la enfermedad. En agosto el complejo de incendios LNU creó mas humo, un poco después, el incendio Glass en el condado de Napa arrasó al condado del vino, en algunos casos llegando a quemar viñedos y destruir catas.

Después de todo esto, a Eduardo, padre de familia de 36 años de edad con cuatro hijos, le parecía que solo había habido un mes del año pasado en el que pudo tener un trabajo y paga consistente.

“Trabajamos tres días a la semana, o a veces ni un solo día,” nos dijo cuando estaba explicando su situación entre los fuegos y la pandemia. “Nos ayudaban un poco, pero cuando tienes cuentas por pagar y no estas ganando lo necesario para pagarlas, no es ingreso suficiente.”

La historia de Eduardo no es rara; Rabell González, probablemente la persona que mas sabe de esto en el condado de San Joaquín, puede confirmar este hecho. Desde principios del verano pasado ha distribuido mas de $800,000 en asistencia financiera de emergencia directa -casi exclusivamente a trabajadores de campo migrantes, algunos de los cuales vienen de San Joaquín a los condados de Napa o Sonoma donde pagan mejor.

“La respuesta a esta crisis por todos los niveles de gobierno ha sido tan patética que las persona que viven en el margen de la sociedad son las que sufren mas,” dijo Rabell González cuando lo entrevistamos en enero. “Por eso tuve yo que responder (ofreciendo esta ayuda).”

Para Febrero Eduardo no ha podido pagar su renta por los pasados seis meses, y depende grandemente de los bancos de comida locales para ayudarle a traer comida a la mesa. El nos explicó que su familia ha podido librarla gracias a la flexibilidad de su casero, y al hecho de que encontró un trabajo mas estable en construcción a finales de enero. Su estado migratorio no le permite recibir fondos de desempleo o los cheques de estimulo económico que el gobierno ha enviado, así que no hay mas ayuda.

“Ha sido muy estresante ya que parece que esto no termina. Pagas una cuenta y ahí viene la otra” cuando explica la presión financiera por la que el y su familia están pasando. “Las cosas son diferentes para aquellos de nosotros que no tenemos residencia legal. El gobierno no nos puede ayudar, es más difícil luchar para obtener ayuda.”

Hasta un 85% de los campesinos del Norte de la Bahía podrían ser indocumentados, según Zeke Guzmán, un organizador comunitario de 67 años trabajando en el condado de Sonoma, quien es hijo de uno de esos trabajadores agrícolas. De acuerdo a Guzmán, los trabajadores indocumentados frecuentemente reciben bajos sueldos por su estado migratorio, y como no tienen la posibilidad de recibir ayuda del seguro de desempleo la pérdida de cualquier cantidad de sueldo puede convertirse en una seria amenaza para la estabilidad de estos trabajadores y sus familias.

“Si pierden todo su ingreso por seis semanas, les lleva de 12 a 18 meses para recuperarse, si es que se recuperan, porque se les acumulan la renta y las cuentas por pagar,” explica Guzmán. “Cuando ganas $25,000 o $30,000 y debes una gran cantidad de renta es devastador.”

Guzmán nos explica que un gran número de trabajadores que viven en la región del Norte de California, incluyendo algunos de la congregación de Rabell González, manejan diariamente a los valles de Napa y Sonoma, donde la cosecha de uvas paga mejor que otros trabajos comparables en el sector agrícola. La época de la cosecha en el Norte de la Bahía es la época mas importante del año para estos trabajadores. Es la época con más trabajo, con días largos que incluyen varias horas de trabajo pagado como tiempo extra. Esta época precede a la época mas lenta de invierno, lo que crea una dinámica que hace que los trabajadores agrícolas y sus familias dependan de la abundancia de la cosecha para ayudarlos a sobrevivir entre 10 y 12 semanas.

“Los campesinos ganan mas dinero en esas seis o siete semanas de la cosecha, que lo que han ganado por los previos siete u ocho meses,” explica Guzmán. Ese período crucial típicamente ocurre entre agosto y octubre, los meses que en 2020 estuvieron definidos por incendios que arrasaron el condado de Napa.

Los viticultores y compañías de manejo de viñedos del valle de Napa han trabajado duro este año apara encontrar alternativas laborales para sus cuadrillas permanentes, de acuerdo Mike Wolf, miembro del consejo directivo de la Fundación de trabajadores agrícolas del valle de Napa. Mike también es dueño de una de las compañías de manejo de viñedos mas representativas del condado de Napa. Wolf dijo que los trabajadores temporales que se contratan para una sola cosecha, “son los que sufrieron mas.”

“Si hay trabajo limitado, casi todos nosotros se lo damos a nuestros trabajadores permanentes,” explicó Wolf. “Los trabajadores temporales son los que necesitaban mas ayuda de parte de las organizaciones comunitarias.”

No todos los trabajadores permanentes estaban tan protegidos. Para Rogelio, un trabajador de un conocido productor de la región de Carneros en el condado de Sonoma, si tenía suerte el trabajo en la época de la cosecha fue un constante comenzar y parar. Rogelio estima que perdió entre $5,000 y $6,000 de su salario anual por la preocupación que había alrededor del efecto del humo en las uvas. Este es un promedio de lo que los campesinos del Norte de la Bahía perdieron en 2020, de acuerdo a las estimaciones de Wolf.

Los campesinos en el condado de Napa ganan entre $15 y $20 por hora, de acuerdo a datos del primer cuarto de 2020 presentados por el programa de estadística laboral y de salarios de California. El mismo estudio muestra que en el condado de Sonoma los sueldos varían de $13 a $19 por hora.

Para Rogelio, quien nos pidió que no usáramos su apellido pues está en el proceso para solicitar su ciudadanía, la pérdida económica es titánica. En esta situación el y su pareja, María Pizano, han sufrido por mantenerse a flote, especialmente porque en los últimos meses una enfermedad crónica ha forzado a María a dejar de trabajar en el cuidado de personas de la tercera edad que es a lo que se dedica.

“Estamos atrasados en la renta, con cuentas por pagar, simplemente no tenemos el dinero necesario,” dijo Rogelio. Como Eduardo, han dependido parcialmente del banco de comida local. En febrero solo pudieron pagar la mitad de los $2,000 que pagan de renta en un espacio en el que viven con su hija adolescente; sabían que tendrían que pagar el resto eventualmente.

“Tuvimos que pedir un préstamo, y lo estamos pagando poco a poco,” añadió Pizano, describiendo como ella y Rogelio calificaron para un préstamo por una pequeña compañía de prestamos.

María nos explicó que para Rogelio el impacto de la reducción de trabajo en la cosecha en su bienestar ha ido mucho mas allá de lo económico: ha tenido episodios de depresión y ansiedad. “A veces sufre de dolores de cabeza que le vienen por la preocupación, o pasa todo el día casi sin comer, el estrés le quita el apetito.“ María añadió: “Estamos mas endeudados que en cualquier otra época”

La inseguridad económica repetitiva como la que muchos de los campesinos del Norte de la Bahía han experimentado este año está fuertemente asociada a problemas en la salud. Las comunidades de bajos ingresos y las comunidades de color han sido “de antemano mas propensas a experimentar factores de riesgo que pueden resultar en una pobre salud mental, factores que están arraigados en inequidades estructurales históricas,” escribió Laura Choi, vicepresidente de desarrollo comunitario en el Banco de la Reserva Federal de San Francisco. Estas comunidades “continúan estando desproporcionalmente afectadas por el COVID-19,” escribió Choi, añadiendo que la promoción de servicios de salud mental debe de ser parte de un “enfoque integral” para una recuperación económica equitativa.

“La pérdida de empleos y la inseguridad económica tienden a reducir el sentido de control que uno tiene como individuo, que puede tener efectos negativos en la salud mental,” escribió Choi en mayo del año pasado. “A través de los ciclos económicos, ha habido disparidades persistentes en desempleo considerando diferencias de raza y niveles educativos, e investigaciones preliminares sugieren que el impacto de la crisis actual no será diferente.” 

Para los campesinos del Norte de la Bahía, el ciclo de inseguridad ha sido implacable, de acuerdo a Guzmán, quien nos dijo que el acceso a la vivienda y la inseguridad alimentaria han creado “algunos problemas de salud mental muy serios” en las familias.

“Ha habido un constante subempleo para los trabajadores del campo,” añadió, citando paros por la cuarentena y los incendios. “Esto es lo que este año ha hecho, los ha devastado financieramente.”

Este articulo fue traducido de Ingles al Español por Norma Ferriz.

Register reporter Sarah Klearman reported this story with support from the Impact Fund, a program of the USC Annenberg Center for Health Journalism.

[This article was originally published by Napa Valley Register.]

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