“Me siento como un preso”, dice hombre ciego por la diabetes

La enfermedad le robó la vista a Venancio Martínez

Sentado en el patio de su casa en Pacoima, Venancio Martínez de 64 años parece cerrar los ojos ante el sol que se cuela por las ramas y hojas del árbol a su lado.

Su ojo derecho está cerrado. Y entrecierra el ojo izquierdo

Pero en realidad no ve.

El sol pega fuerte esta tarde, pero Martínez está sumergido en la oscuridad.

La razón de su ceguera es la diabetes que padece desde hace 20 años.

“De ahí para adelante, fui decayendo más”, cuenta el oriundo de San Luis Potosi, México.

De acuerdo con el Instituto Nacional del Ojo (NEI), aproximadamente 7.7 milones de personas mayores de 40 años sufren de algún problema visual a causa de la diabetes en Estados Unidos. Los males asociados con esto incluyen la retinopatía diabetic, la edema macular diabética (DME), cataratas y glaucoma.

El Dr. Joseph Wanski, un endocrinólogo de L.A. Care, dice que todo esto se asocia con niveles de azúcar y presión sanguínea.

“La retinopatía diabética hace que los vasos sanguíneos en la parte trasera del ojo se debiliten, sangren y esto causa pérdida de la vista”, explica el Dr. Wanski. “Los vasos sanguíneos son más sensible a los niveles altos de azúcar”.

En su experiencia, uno de cada tres personas con diabetes padece problemas de la vista.

Algunos tratamientos pueden incluir inyecciones oculares, láser de la retina o cirugía. Se recomienda que al momento de ser diagnosticado con diabetes la persona se haga un examen de la vista y si el doctor no ve síntomas de retinopatía diabética, será bueno hacerse un examen cada año.

Nadie en la familia de Martínez había padecido la enfermedad y al principio él se sentía bien y no iba al doctor a revisarse.

Solo “tenía muchas ganas de comer y me daba mucha sed”, cuenta de lo que lo llevó a ir al doctor.

Dice que le dieron medicina, pero para entonces ya tenía le enfermedad avanzada.

“Cuando yo veía las letras, se veían dobles”, dice de las primeras señales de problemas visuales.

“Yo miraba como manchitas negras”, recuerda

Luego le empezó a temblar el ojo derecho.

Un día se subió a su auto y “miraba nublado. Me senté para manejar y ya no pude”, expresa.

El médico le dijo que las venas de sus ojos se estaban reventando.

Le hicieron dos cirugías con laser, pero ninguna le ayudó.

“En vez de ayudarme, me amolaron más”, relata. “Ya no puee ni manejar, ni nada”.

Hace 15 años perdió la vista por completo en su ojo derecho. El párpado se le cerró después.

En la actualidad, Martínez – quien un día trabajó en una fábrica donde hacían partes para hospitales y aviones – esta relegado a su casa, donde vive solo. Le paga a una mujer que le cocina y le ayuda con otras tareas del hogar que no puede desampeñar por él mismo.

No usa un bastón, ni tiene un perro guía.

 Sus únicas salidas son al médico y a los tratamientos de diálisis a los que asiste tres veces por semana, por tres horas cada vez. Como muchos otros diabéticos, está confinado a estos tratamientos ya que sus riñones apenas funcionan.

“No voy muy lejos porque tengo miedo de perderme”, dice. “Es estar como un preso”.

Con su vista perdida, busca independencia en el Instituto Braille

Una amiga refirió a Rosenda Guzmán al Instituto Braille en Los Ángeles, un agencia que ofrece recursos y clases de lectura a los ciegos.

Ahora el Instituto está haciendo más que enseñarle el sistema de lectura y escritura tácil. Le está ayudando a recobrar su vida después que la diabetes le arrebató la vista.

“Aquí le enseñan a uno a caminar, a cocinar, a cómo agarrar utensilios para cortarnos”, explica.

También hay sesiones de arte, de cómo organizar tu closet y caminar con un bastón.

La primera vez que ella padeció diabetes fue hace 26 años durante el embarazo de su hija menor.

Según la Clínica Mayo, los niveles de azúcar en la sangre a menudo retornan a lo normal poco después de dar a luz. Pero las mujeres con diabetes gestacional siguen en riesgo de desarrollar la enfermedad.

Años más tarde se le presentó de nuevo.

“No me cuidé”, dice. “A veces no tenía para la medicina, no tenía seguro médico ni Medi-Cal”, relata Guzmán, de 61 años.

En 2010 terminó en el hospital cuando se le hinchó su pie derecho. Pasó una semana internada.

“Al día siguiente no distinguía a las personas”, dice. “Me desesperé muy feo.”

Pasaba los días en cama, encerrada en su cuarto.

Rocío Vallejos-Hoyt, gerente de servicios en el Institute Braille, conoce este patrón muy bien y ha visto “gente que no quiere ni moverse de la esquina donde esta”.

“El objetivo es que la persona vuelva a recobrar la independencia y no dependa de nadie y sepa que el mundo no se les acaba”, dice Vallejo-Hoyt.

El instituto ofrece ayuda a personas de todas las edades, desde infantes hasta personas de la tercera edad y a familias enteras, en inglés y español. La asistencia es gratis y sin importar el estatus migratorio de la persona.

Guzmán está aprendiendo a vivir con su ceguera. Ya dejó su cuarto y a vuelto a la cocina a preparar la comida para su esposo y familia.

“Mientras no me muevan las cosas, voy a seguir haciéndolo”, dice. 

Su próximo paso, literlamente, es empezar a caminar por sí sola con un bastón.

“Me da mucho miedo cruzar las calles”, dice. “No me siento capaz todavía”.

Cuando está en el Institute Braille, otra clienta del lugar la toma del brazo y la lleva con ella a sus clases hasta que pueda hacerlo por sí misma.

Feria de Recursos

El Institute Braille tendrá una feria de recursos para personas y familiares de aquellos afectados por problemas visuales.

CUÁNDO: 18 de julio 

HORA: 9:00 a.m. – 2:00 p.m.

DÓNDE: Insituto Braille, 741 N. Vermont Ave., Los Ángeles 90029

INFORMACIÓN: (800) 272-4553

Francisco Castro escribió este artículo mientras participaba en el USC Center for Health Journalism‘s California Fellowship.