A finales de 2017, cuando Jennine Ochoa quedó embarazada, no sabía qué esperar. Tenía 42 años y había esperado mucho más que la mayoría de las mujeres para comenzar a tener familia. Sin embargo, afirmó que los primeros cinco meses de embarazo transcurrieron sin problemas. “No tuve malestares matutinos ni nada”, señala. “No tuve ningún tipo de inconveniente al hasta mayo”, agrega.
Pero ese mes tuvo lugar una tormenta de polvo en la zona rural del Condado Tulare donde reside, una zona árida del Valle San Joaquín. “Una semana después empecé con una tos muy fuerte”, indica. “La peor tos que tuve en mi vida, al punto que me provocó vómitos”. En tan solo una semana perdió 10 libras de peso.
Unos días después, cuando le apareció una erupción con escozor en las piernas, fue que Ochoa sospechó que podría tener fiebre del valle, una enfermedad micótica causada por la inhalación de esporas de un hongo que crece en zonas desérticas de la región suroeste del país. “Como persona dedicada a las ciencias, comencé a consultar las fuentes, visité el sitio del CDC donde encontré publicado un artículo reciente sobre la fiebre del valle y el embarazo y lo leí”, afirmó.
Su campo de especialización en las ciencias es la veterinaria patológica. Ochoa realiza necropsias en diferentes animales, como vacunos y aves, y ha observado cómo la fiebre del valle puede causar estragos en un sistema vivo. “Pensé: ‘Mi Dios, estoy embarazada y creo que tengo fiebre del valle’”, recuerda. “Estaba obviamente aterrorizada”.
Aterrorizada porque no se tiene mucha información sobre la fiebre del valle y su impacto en el embarazo. Si bien el bebé no parece heredar esta enfermedad, la investigación sugiere que existe un vínculo entre el tratamiento habitualmente indicado y los defectos de nacimiento. Los estudios también indican que la enfermedad tiende a ser más grave en mujeres embarazadas.
La corazonada de Ochoa fue correcta: se dirigió al hospital sin demora y confirmó el diagnóstico. Luego debió enfrentar un duro dilema: tomar un medicamento que pudiera dañar al bebé o poner en juego su vida. Eligió lo segundo, una decisión que probablemente hubiera sido distinta si no hubiera estado embarazada. “Seguramente hubiera realizado el tratamiento”, dice Ochoa. Pero en este caso, “no sabía el efecto que los fármacos podían tener en el desarrollo del bebé, por eso no los tomé. No quería correr ese riesgo”.
El Dr. John Galgiani, director del Centro para la Excelencia sobre Estudios de Fiebre del Valle de la Universidad de Arizona, comparte este punto de vista prudente. “A menudo, las mujeres embarazadas diagnosticadas con fiebre del valle tienen un pronóstico desalentador. “Se convierte en un embarazo de alto riesgo”.
Al igual que la población general, la mayoría de las mujeres embarazadas que contraen fiebre del valle superan la enfermedad sin manifestar síntomas y sin necesitar un tratamiento. Pero lo que preocupa a los epidemiólogos es el puñado de casos graves y poco habituales, en los que cinco bebés nacieron con defectos esqueléticos. En todos estos casos, las madres habían estado tomando fluconazol, un fármaco antimicótico, durante el primer trimestre del embarazo.
“Hay muchos fármacos que son cuestionables durante el embarazo”, señala el Dr. Daniel Boken, especialista en enfermedades infecciosas del Distrito de Cuidados de la Salud Kaweah Delta en el Condado Tulare y uno de los médicos tratantes de Ochoa. “El fluconazol se ubica en algún lugar entre las categorías de ‘cuestionable’ y ‘claramente peligroso’ según mi modo de entender”.
No obstante, agregó que solo atiende en su consulta a una o dos mujeres embarazadas con fiebre del valle por año. Si bien ninguno de esos dos casos tuvo como resultado defectos de nacimiento, eso no cambia lo alarmante que son los resultados de la investigación. “Son lo suficientemente contundentes, y si fuera mi esposa y estuviera embarazada, querría que dejara de tomar los medicamentos”.
Aunque esa no siempre es una opción. Sin tratamiento, la enfermedad puede propagarse —en casos poco habituales— a todo el cuerpo o provocar un caso de meningitis mortal. Es por eso que algunas mujeres con síntomas especialmente graves, o que ya se encuentran realizando el tratamiento cuando quedan embarazadas, estén dispuestas a tomar fluconazol a pesar de los riesgos. “Significa que hay que considerar las ventajas y desventajas, los riesgos, las alternativas, y en el caso de las alternativas, pensar si son viables”, afirmó Boken.
Y existen ciertas alternativas. Otros fármacos, como la anfotericina B, no ha dado indicios de ningún tipo de conexión con los defectos de nacimiento, aunque puede resultar más tóxica para la madre. Las buenas noticias para los usuarios del fluconazol es que parece ser seguro después del primer trimestre.
No obstante, todavía quedan muchas preguntas pendientes sobre cuáles fármacos son seguros, cuándo tomarlos y por qué. Esto se debe, en parte, a que las situaciones son muy poco frecuentes. “No hay mucha información y esto se debe principalmente a que no son casos que ocurren a menudo”, afirmó el Dr. John Galgiani, especialista en fiebre del valle.
El embarazo de Jennine Ochoa no dejó de tener sus sobresaltos. La tos persistió durante algunos meses, pero empeoró sobre el final del embarazo. Cuando comenzó con vómitos otra vez y perdió más peso, consideró tomar fluconazol. Aunque nunca llegó a hacerlo, debido a los vómitos y a otros temas médicos no relacionados, el médico dispuso adelantar la fecha de parto.
Aidan nació hace seis semanas y los síntomas de Ochoa han mejorado notoriamente. De hecho, considera que su mejoría fue casi inmediata tras dar a luz. “Hace 6 o 7 días que ya no toso”, afirma. “Pasar de toser cada 5, 10 o 15 minutos a no toser para nada es un cambio muy agradable”. Después de todo, su sistema inmunológico quizás es capaz de combatir la fiebre del valle por sí solo.
Ochoa se considera muy afortunada. En cualquier momento, su salud podría haber virado en dirección contraria. Aunque los motivos por los cuales algunas personas que padecen esta enfermedad lidian mejor con ella que otros —lo que continúa siendo un misterio a la fecha— es un área muy activa de la investigación que los científicos esperan comprender mejor en el futuro cercano.