Hispanos acuden a curas peligrosas para aliviar dolores de espalda
Este reportaje fue realizado con el apoyo del fondo Dennis A. Hunt, un programa del Centro de Periodismo de salud de la Universidad del Sur de California.
Alivio en el horizonte para los que padecen dolor de espalda
[Click here for English version.]
Basileo Hernández yace boca-abajo en una colchoneta en el piso. Tiene la espalda aceitada, mientras se la masajean de arriba abajo. Por más que trata al campesino de 25 años le fluyen las lágrimas, y se le escapan de cuando en cuando, verdaderos aullidos de dolor.
Su hermana y sus dos sobrinos miran atentos, pero no parecen preocupados, es el segundo tratamiento que recibe y dicen que está mucho mejor. Horas antes sus dos hermanos mayores lo trajeron cargado hasta aquí; era tal el dolor de espalda, que las piernas no le respondieron. “Me hizo llorar, para que le voy a mentir, sentía que me desgarraba todo, toda la espalda... sentí que me chispaba", me dice un tanto avergonzado Basileo de reconocer que a su corta edad, padece de dolores que considera “de viejo”.
"Estamos hablando de 25, 30, 40 años, ya dañados. O sea, ya cuando vienen conmigo ya no pueden, no pueden dar paso, y hasta dejaron ese día de trabajar porque ya no pudieron levantarse de la cama se quisieron así abrochar los zapatos y no pudieron de dolor, se bajan a gatas para ir al baño... y lloran de impotencia de querer pararse y no pueden", me dice el Doctor Carlos Torres, tras mostrarme con una mezcla de orgullo y nostalgia el título de médico que obtuvo en México. Como no ha podido validarlo, aquí lo conocen como "huesero" o "sobador"... algo que le molesta porque de sobadores y hueseros ha recibido pacientes destrozados. “Los empeoran, no saben qué hacer, ellos no saben de anatomía, a veces hasta los amarran y les jalan las extremidades y es lo que no deben hacer, porque al estirarlo se alarga el nervio y luego se encoge más".
El oficio, o servicio de “sobador” o “huesero” no está regulado, mientras no ofrezcan servicios médicos no están violando ninguna ley. Aunque las historias de terror abundan, se antepone la esperanza de encontrar alivio.
"Heredé el talento de mis jefes, de mis tíos” me dice mirando al suelo un sobador que trabaja a toda velocidad con su hija en un pequeño changarro de un mercado de las pulgas, un sobador del valle central. Su consulta está dividida en dos con sábanas y toallas; en la zona de masajes tres camillas con pacientes, en la sala de espera unos 15 con cónyuges e hijos incluidos. Otros reservaron su número y se fueron a pasear. Es sin duda, uno de los negocios más populares de la tradicional feria dominguera. Deja en evidencia que el dolor es para muchas familias hispanas del corazón agrícola de California parte de su vida cotidiana.
Gloria me cuenta que tras más de 10 años limpiando hoteles ha vivido cuatro de una tortura que le roba el sueño. “Me duele desde el cuello hasta la espalda baja por el trabajo que hace uno a veces, fuerza mucho la espalda". Ha tenido todo tipo de experiencias con sobadores y hueseros, hoy viene con la esperanza de al menos unos días de alivio.
Unos metros más adelante está Adolfo Miranda, un obrero de la construcción que llegó con su esposa. Él tiene seguro médico, pero dice que aquí, le resuelven más rápido y no le ordenan días de descanso, que él por ningún motivo está dispuesto a tomarse. Aun así, confiesa que siente nervios. “Es un riesgo que te avientas... pos... el dolor!". Su consuelo, un campesino fornido que sale con la espalda repleta de marcas rojas de un tratamiento con imanes que le acaban de hacer; “Bendito sea Dios, quedé bien y gracias a las manos de él”, dice subiendo y bajando los brazos, como sorprendido de tener algo de movilidad.
Campesino y organizador durante casi 4 décadas Luis Magaña dice que le preocupan más otras maneras, cada vez más comunes en la agricultura para lidiar y sobreponerse al dolor. “Usan de otro tipo de drogas y hay gente que llega a vender a los campos también. Desde pastillas, cocaína, etc. Y todo lo hace para rendir para rendir”. Aunque se dedica a luchar en contra de los abusos y la discriminación que existe en contra de los hispanos y de los trabajadores del campo, denuncia con tristeza que los peores abusos contra el campesino los comete muchas veces, el propio campesino. "Se convierte la persona en explotador de tu propio cuerpo, de tus propias condiciones, y ha habido muchos muertos que colapsan por exigir”, dice.
A unas millas de allí, en San Jose, capital de “Silicon Valley” el centro tecnológico de Estados Unidos, el doctor Juan Posada me recibió en plena consulta, con una paciente que también aullaba de dolor de espalda cada vez que se movía.
Alrededor del 90 por ciento de los pacientes de Posada son hispanos, y según me dice, cuando de dolores se trata, la gran mayoría llega a su consulta porque no aguanta el dolor. Añade que ya para cuando piden ayuda, muchos han probado alternativas de alto riesgo. Además de haber recibido a trabajadores con huesos rotos que fueron masajeados a la fuerza por sobadores que no vieron la fractura por falta de acceso a rayos equis, le han llegado otros con condiciones ya graves, porque decidieron auto medicarse. “Usan medicinas que consiguen de contrabando...se ponen inyecciones, medicina traída de México o de Centroamérica".
Los peligros son muchos, me explica el médico, al no saber de contraindicaciones, las medicinas equivocadas generan todo tipo de complicaciones; "Problemas con los riñones, con ulcera, diabetes, o sea que es peligroso, porque si usted tiene diabetes y le ponen inyección de cortisona, su diabetes se va a descontrolar, si usted tiene presión alta y toma anti-inflamatorios su presión se va a subir, si usted tiene gastritis y toma anti-inflamatorios, va a aumentar el problema".
El doctor Posada afirma que la mayoría de los dolores de espalda se curan solos en un plazo promedio de 4 a 6 semanas, pero cuando los pacientes se rehúsan a cuidarse, a descansar cuando se los ordenan, o a pedir ayuda a tiempo, pueden estar convirtiendo un dolor temporal en una condición crónica. Un riesgo del que Basileo está consciente, pero con una esposa y dos hijos que dependen de él en casa, asegura que en su caso y en el de muchos de sus compañeros, el sacrificio es lema; "Hasta que Dios nos preste vida y la espalda aguante"
[Esta historia fue publicada originalmente por Telemundo.]