Por Harold Pierce, The Center for Health Journalism Collaborative
Cuando una severa sequía asedió a California a finales de la década de 1980, el alivio llegó más tarde, bajo la forma de 30 días de lluvia en 1991, fenómeno que se denominó el “Milagro de marzo” debido al gran impacto que tuvo para reavivar la economía agrícola del estado.
Asimismo, estas importantes oscilaciones en las condiciones climáticas pueden generar también otras consecuencias. Al año siguiente, las autoridades del Departamento de Servicios de Salud del Condado Kern registraron la mayor cantidad de casos de fiebre del valle en la historia, con aproximadamente 3.342 diagnósticos y un saldo de 25 muertes. En contraste, diez años antes, en 1982, menos de 200 personas eran diagnosticadas con esta enfermedad y se registró un saldo de siete defunciones.
Desde entonces, en los últimos 25 años, los investigadores y las autoridades de la salud pública consideran los ciclos de sequías y precipitaciones como indicadores de posibles aumentos en la enfermedad. Ese mismo patrón climático se repitió entre los años 2015 y 2016, sin embargo, ninguna autoridad a nivel del estado o de los condados en California alertó a la población o tomó medidas para prepararse para el rebrote de la fiebre del valle.
Por el contrario, recientemente en agosto, las autoridades del Departamento de Servicios de Salud del Condado Kern informaron al Center for Health Journalism Collaborative, un consorcio de medios informativos reunidos por el USC Center for Health Journalism, que la cantidad de casos este año sería menor a la registrada en el 2015. Las autoridades del Departamento de Servicios de Salud no alertaron al público sobre esta epidemia inminente hasta el mes de septiembre. Pero ahora afirman que es probable que hasta dos mil personas en el Condado Kern contraigan la fiebre del valle en 2017.
LA EPIDEMIA SORPRENDE A LAS AUTORIDADES
Si bien no existen lineamientos del estado que establezcan el momento en que debe declararse una epidemia, dicha declaración hace énfasis no en la atención sino en la enfermedad. No obstante, las autoridades de la salud consideran de vital importancia enfatizar la atención en el caso de la fiebre del valle. Si bien el total acumulado de enfermedades y defunciones a causa de la fiebre del valle supera anualmente al total combinado de casos del hantavirus, la tos ferina y la intoxicación por salmonella, históricamente esta enfermedad ha recibido comparativamente escasa financiación para su investigación y poca atención a nivel de las autoridades federales competentes en temas de salud pública.
“Desde nuestra perspectiva, este ha sido nuestro peor año”, afirma el Dr. Royce Johnson, experto en enfermedades infecciosas en el Kern Medical Center, que ha dedicado varios años a la investigación y tratamiento de la fiebre del valle.
En el Condado Kern hubo 890 casos confirmados de fiebre del valle hasta el mes de junio de este año, lo que representa un aumento de casi 80 por ciento en la cantidad de casos que se observan típicamente en el condado en un año no epidémico. Al menos una persona ya ha muerto.
Hasta comienzos del mes de octubre, hubo más de 8.000 personas que contrajeron la fiebre del valle en todo el país. Esto equivale a un índice aproximado de 28 personas por día, y los casos se concentran en tan solo dos estados: California y Arizona.
En lo que va de este año, California ha registrado 2.210 casos, lo que representa más de la cuarta parte de los casos observados a nivel nacional, según el Centro para el Control y la Prevención de las Enfermedades de EE. UU. (CDC, por sus siglas en inglés). En Arizona se registraron más de la mitad de los mismos, con 4.564 casos. Y el año pasado fue incluso peor para Arizona, ya que se registraron más de 7.000 casos, incluyendo un incremento del 138 por ciento entre julio y octubre, en comparación con el mismo período durante el año anterior.
Al igual que en California, los expertos que investigan la fiebre del valle en Arizona consideran que las condiciones climáticas juegan un papel fundamental. Una teoría sobre el importante aumento en los casos sostiene que el invierno lluvioso de 2014-2015 causó el aumento en los hongos coccidioides que provocan la enfermedad, que luego se propagaron mediante el contagio entre los animales en la estación seca a comienzos del verano.
Otros factores que pueden afectar las fluctuaciones en los casos registrados, según el Departamento de Servicios de Salud de Arizona, son: la migración de personas susceptibles a condados de alto riesgo en Arizona, el incremento en la detección y el análisis por parte de los proveedores de la salud, el acrecentamiento de conciencia en el público en general y el aumento en la cantidad de personas con sistemas inmunológicos debilitados debido al envejecimiento.
El mayor incremento en este año se registró durante el mes de septiembre en California, con 20 nuevos casos confirmados durante la semana del 19 de septiembre, lo que representó un aumento del 80 por ciento en comparación con la semana anterior, según información del CDC. Arizona registró un aumento del 9 por ciento.
Solo entonces las autoridades del Departamento de Servicios de Salud del Condado Kern comenzaron a advertir al público a tener cautela, aunque en ese momento fueron renuentes a considerar la situación como epidemia. Sin embargo, ahora sí han designado la categoría de epidemia.
LOS PRONÓSTICOS NO SON PRECISOS
La fiebre del valle, también conocida como coccidioidomicosis, comienza afectando la respiración. Las esporas del hongo alojadas en el polvo seco contaminado se remueven por las tormentas y se esparcen por todo el Valle San Joaquín, el estado de Arizona y otras zonas del suroeste de EE. UU. Con la inhalación, estas esporas se alojan en los pulmones. En ocasiones, el cuerpo lucha contra la infección y el individuo se vuelve inmune a esta enfermedad, lo que sucede en la gran mayoría de las personas. Pero en algunos casos, las esporas se arraigan y se desplazan desde los pulmones a los demás órganos, lo que causa problemas de salud crónicos, y en casos excepcionales hasta la muerte.
El hongo cocci, que produce esta enfermedad, necesita agua para crecer y calor para esparcir las esporas.
“Durante las lluvias, el hongo prolifera en la tierra”, señala John Galgiani, director del Valley Fever Center for Excellence de la Universidad de Arizona. A continuación, explicó, se multiplica en una gran cantidad de esporas, las que se vuelven parte del aire cuando el suelo se seca.
Todos los expertos en la fiebre del valle sostienen lo mismo. Pero esos conocimientos no se ven reflejados en pronósticos precisos sobre las tendencias en los casos de la fiebre del valle. Si así fuera, estos pronósticos permitirían divulgar advertencias tempranas a las autoridades de la salud pública, los proveedores de la salud y el público en general.
Este verano, las autoridades públicas responsables del control de enfermedades como la fiebre del valle, consideraron que el antiguo patrón de los períodos de sequía seguidos por lluvias no era responsable de causar más diagnósticos.
“Mi instinto me dice que no,” señaló a Health Journalism Collaborative Kirt Emery, experto en epidemiología del Departamento de Salud del Condado Kern en el mes de junio, cuando se le preguntó si consideraba que los patrones climáticos podían causar otra epidemia. No obstante, unas semanas más tarde, el departamento de Emery emitió un comunicado de prensa afirmando que, en realidad, se observaba un aumento en la cantidad de casos nuevos.
A pesar del período de sequía en toda California, Emery y otros expertos no habían pronosticado el aumento en las infecciones debido a que los casos de fiebre del valle registrados habían disminuido durante la mayor parte del año.
Mientras tanto, la cantidad de casos registrados en Arizona disminuyeron aproximadamente en mil casos este año, algo que Galgiani atribuye a la estación monzónica lluviosa del verano que se extiende de septiembre a octubre, los meses pico de la fiebre del valle. Estas cifras en Arizona pueden sufrir alguna distorsión, advierten los expertos, debido a la serie de cambios efectuados por un importante laboratorio comercial a las normas de notificación.
Los síntomas pueden presentarse durante un período entre una y tres semanas después de la exposición. Sin embargo, y esto causa que a menudo los médicos no diagnostiquen correctamente la enfermedad durante las primeras semanas, puede llevar tiempo para que los diagnósticos estén actualizados con el curso de una epidemia activa.
LA CIENCIA DEMORA EN PONERSE AL DÍA
A pesar de la comprensión básica de los patrones climáticos que contribuyen a una epidemia, los científicos continúan sin contar con una manera confiable de determinar la cantidad de esporas del hongo que crecen o se hallan en el aire. También continúa siendo imposible llevar registro de la cantidad de personas que se vuelven inmunes a la enfermedad luego de su exposición a la misma. En teoría, con cada brote de la fiebre del valle que se produce, un sector importante de la población se vuelve inmune a esta enfermedad.
Y aunque los investigadores hayan estado observando estos patrones climáticos durante décadas, ha sido lenta la publicación de resultados sobre la correlación entre las condiciones climáticas y la fiebre del valle en la literatura académica, a pesar de que este tema se encuentra bajo estudio desde la década de 1940. ¿Por qué mencionamos esto como importante? Se debe a que la publicación de artículos pertinentes ofrece las pruebas necesarias para establecer políticas y prioridades.
Tanto los científicos como las autoridades de salud pública coinciden en que no se han realizado estudios a gran escala sobre los motivos y los momentos del año en que se observan aumentos en los casos de fiebre del valle. No se cuenta con recursos monetarios federales ni estatales para llevar a cabo un estudio sustancial sobre este tema, por lo tanto, son pocos los investigadores que dedican su atención a este tema.
Los estudios que sí existen ofrecen resultados divergentes acerca de los patrones climáticos y los aumentos observados en los casos de fiebre del valle. En Arizona, donde se presenta una cepa de cocci, los resultados han indicado una fuerte conexión entre los patrones climáticos y la incidencia, mientras que en el Condado Kern, donde se presenta otra cepa, solo se ha establecido una correlación leve.
A pesar de esto, Ronald Talbot, experto en epidemiología y director retirado de laboratorio del Departamento de Servicios de Salud del Condado Kern, afirmó que las condiciones climáticas han probado sistemáticamente ser un importante factor predictivo en casos de epidemias.
A lo largo de su carrera, Talbot se dedicó a estudiar los patrones climáticos y sostiene que en los años en que la región registra más de cuatro pulgadas de precipitaciones en el período de febrero a marzo, la incidencia de la fiebre del valle aumenta durante los meses de septiembre y octubre.
“Nunca me encontré con otro aspecto que tuviera un carácter ni siquiera indicativo”, afirmó Talbot.
Stephanie Innes, periodista de Center for Health Journalism Collaborative, contribuyó con este artículo.