En uno de los lugares de trabajo más peligrosos de Virginia Occidental, una empresa avícola se ha aprovechado de los inmigrantes durante décadas.
The story was originally published by Mountain State Spotlight with support from our 2023 Impact Fund for Reporting on Health Equity and Health Systems.
(Crédito: Roger May)
MOOREFIELD — En una tarde lluviosa de 2020, la fábrica de pollos de Pilgrim’s Pride en Virginia Occidental estaba sucia.
El matadero cuenta con afilados ganchos metálicos, sierras de deshuesar y cintas transportadoras. La maquinaria destaza más de un millón de aves vivas a la semana y está constantemente cubierta de suciedad animal.
Aquel día, docenas de trabajadores del sector sanitario, muchos de ellos hispanos y muchos de ellos inmigrantes, lavaban las máquinas de la planta que pertenece al mayor empleador del condado de Hardy. Un puertorriqueño estaba arrodillado limpiando una cinta transportadora cuando ésta se encendió inesperadamente.
La máquina se enganchó a su chaqueta de trabajo y tiró. El hombre gritó de agonía.
“Fue muy malo, algo feo”, dijo Marco, un hombre de México que también limpiaba el matadero ese día.
Al pasar por delante de una oficina alejada de la línea, Marco pudo ver claramente lo que quedó debajo de unas toallas sangrientas.
“El brazo quedó colgado por la piel”, dijo.
Por muy horripilante que fuera la escena, Marco había visto muchas lesiones similares en el interior de la fábrica de Pilgrim en Moorefield, construida al lado de una bifurcación del ramal sur del Río Potomac. Sabía lo que podía ocurrir dentro de la planta.
(Crédito: Duncan Slade)
En los últimos 30 años, él y miles de otras personas que abandonaron sus países de origen han llegado a Moorefield para trabajar en la única planta avícola industrial en todo el estado de Virginia Occidental. Con frecuencia por huir de la pobreza o la violencia, muchos han emigrado de otros países y otros han venido de territorios estadounidenses como Puerto Rico.
En busca de seguridad y una vida mejor, a menudo se han enfrentado a condiciones de trabajo inseguras.
Durante la última década, la planta de Pilgrim en Moorefield ha sido uno de los lugares de trabajo industriales más peligrosos en Virginia Occidental de los que no son relacionados con el carbón.
Desde 2015 hasta finales de 2023, 12 empleados de la fábrica sufrieron lesiones en el lugar de trabajo que provocaron amputaciones u hospitalizaciones nocturnas, según datos de La Administración de Salud y Seguridad Ocupacional (OSHA, por sus siglas en inglés).
Durante ese tiempo, el único lugar de trabajo de Virginia Occidental con lesiones más graves fue una fábrica de estaño en Weirton, que cerró en abril indefinidamente.
Apenas unos meses antes de que al hombre casi le arrancaran el brazo, la mano de otro empleado de la planta se cruzó en el camino de una sierra circular en marcha. Los inspectores federales determinaron que la causa de la lesión fue que los gerentes de la planta no proporcionaron a los empleados el equipo de protección necesario en torno a la maquinaria pesada. Por esa negligencia le costó a Pilgrim’s unos 52,000 dólares en multas y al empleado la pérdida de partes del dedo índice y un pulgar.
La producción avícola es conocida por su alto índice de lesiones de los trabajadores. Pero Debbie Berkowitz, ex jefa de personal de la OSHA, dijo que el número de lesiones graves en la planta de Pilgrim en Moorefield era notable.
“Constituye una señal de alarma por las condiciones de seguridad en la planta”, afirmó Berkowitz, quien añadió que este tipo de accidentes graves suelen indicar la presencia de problemas de salud y seguridad de mayor magnitud en un lugar de trabajo.
Los datos federales no incluyen las otras numerosas veces que fue necesario trasladar al hospital a un trabajador de la planta. En 2022 y 2023, los paramédicos locales respondieron a llamadas de la fábrica en Moorefield 138 veces – aproximadamente una vez cada cinco días – de acuerdo con la Hardy County Emergency Ambulance Authority [La Autoridad de Ambulancias de Emergencia del Condado de Hardy].
Los registros de esas llamadas revelan otras lesiones de trabajadores que no figuran en la lista de la OSHA, entre ellas la de alguien que recibió un golpe en la cara con una barra metálica, alguien cuya pierna quedó atrapada y aplastada entre dos máquinas y alguien que se lesionó la cabeza al caerse de una máquina.
David Workman, presidente de la Hardy County Commission [La Comisión del Condado de Hardy], dijo que los datos sobre las lesiones ilustran una situación preocupante para estas personas que ya atraviesan otras dificultades en Estados Unidos y Virginia Occidental.
“Trabajan rodeados de cuchillos y equipos grandes, equipos automatizados”, dijo. “Quizá la barrera del idioma contribuya a ello”.
“De vez en cuando se ve a gente desmayarse o cortarse”, dice María, una mujer de Perú que trabajó en Pilgrim’s durante una década y se jubiló tras lesionarse una pierna. María pidió ser identificada sólo por su primer nombre. “Venían con sillas de ruedas y los llevaban a la clínica de salud”.
Y en un estado en el que el 91% de los residentes son blancos, un monto desproporcionado del peligro recae sobre la gran población inmigrante que trabaja en la planta, según reveló una investigación de Mountain State Spotlight.
(Crédito: Roger May)
Fuera de la planta, algunos residentes de Moorefield han intentado dar la bienvenida a los recién llegados. Pero dentro, la mayoría de los trabajadores inmigrantes actuales y antiguos con los que habló Mountain State Spotlight dijeron que les preocupaba su seguridad o que habían sufrido alguna lesión o enfermedad relacionada con el trabajo. Los nombres de los trabajadores indocumentados que aparecen en este artículo, como el de Marco, han sido cambiados por temor a ser deportados.
A través de intérpretes, algunos trabajadores inmigrantes dijeron que disfrutaban de su trabajo en la planta y del buen pago en comparación con otros trabajos en el condado de Hardy. Pero muchos otros compartieron que con frecuencia los supervisores no les enseñaban a moverse con seguridad por la planta, les ignoraban cuando remarcaron amenazas a la salud y les ponían en puestos donde las lesiones son frecuentes.
Como en Moorefield no hay muchos otros trabajos para personas que no hablen inglés, los recién llegados dijeron que algunos jefes habían aprovechado esa falta de oportunidades o el estatus migratorio de los empleados para obligarlos a seguir en sus puestos.
Mountain State Spotlight habló con personas que han tenido estas mismas preocupaciones desde que Pilgrim’s Pride se hizo cargo de la planta a principios de los años 2000, sin importar de dónde son y si han trabajado para la empresa directamente o para un contratista. Es por esta y otras razones que varios grupos étnicos han entrado y salido de Moorefield en los últimos 30 años.
Los representantes locales y corporativos de Pilgrim’s Pride, una rama del mayor productor avícola del mundo, no respondieron a las llamadas ni a los mensajes de voz solicitando entrevistas. Tampoco respondieron a una carta con más de una docena de preguntas relacionadas con este artículo.
Una reciente demanda contra grandes corporaciones avícolas estadounidenses, entre ellas Pilgrim’s Pride, alegaba que las empresas reclutaron a trabajadores inmigrantes vulnerables para realizar algunos de los trabajos más peligrosos de EE.UU. En respuesta, Pilgrim’s negó estas acusaciones y dijo que los abogados de los trabajadores sacaban citas poco favorecedoras de varios informes y personas, de forma selectiva .
Cuando Marco llegó a Estados Unidos cuando era adolescente, pensó que Moorefield sería un lugar seguro donde él y sus seres queridos podrían vivir en paz – algo que nunca pudo experimentar en México.
Pero cuando estaba dentro de la planta de Pilgrim’s, recuerda que siempre luchaba por protegerse a sí mismo y a sus compañeros para no salir de la fábrica en ambulancia, como cuando los supervisores pedían a su equipo que subiera por escaleras de 20 pies (6 metros) para limpiar máquinas altas.
“Te vas a caer. Vas a morir”, recuerda Marco que les dijo a otros trabajadores. “Te van a reemplazar, pero tu familia no te va a reemplazar”.
Bienvenidos a Moorefield
(Crédito: Allen Siegler)
El pueblo de Moorefield, un pedazo de llanura con 2,800 habitantes situado entre dos tramos de las montañas Allegheny, está rodeado en todas direcciones por gallineros que pueden llegar a tener la longitud de dos campos de fútbol americano. La gente que viene manejando de Petersburg es recibida por altos silos de concreto llenos de pienso para pollos – donde Pilgrim’s almacena comida para sus futuras comidas – y puede pasar un camión de carga con el logo de Kroger saliendo del pueblo repleto de carne de ave.
El procesado de pollos ha sido clave en la identidad de Moorefield durante 80 años. En 1944, la empresa Rockingham Poultry Marketing Collective, con sede en Virginia, inauguró el matadero de aves de corral del pueblo, conocido ahora como la planta fresca. En su primer día, los 79 empleados de la planta procesaron 3,000 pollos, según el periódico local, el Moorefield Examiner.
Alrededor de una década después, Pierce Pre-Cooked Foods abrió otra planta justo al lado, conocida por los residentes como la planta de cocinados. Allí, los trabajadores transformaban partes de pollo crudo en alimentos como nuggets de pollo congelados y Wing Dings, unas alitas de pollo empanadas concebidas en Moorefield.
(Crédito: Roger May)
Como han hecho otras industrias durante toda la historia de Estados Unidos, las empresas avícolas recurrieron a los inmigrantes en busca de trabajadores, como hizo la industria del carbón en sus inicios en Virginia Occidental. En los años 90, las plantas de todo el país empezaron a contratar trabajadores hispanos para las líneas de producción. Los defensores de los derechos laborales afirman que la industria adoptó esta medida para mantener los salarios bajos e impedir la organización sindical.
El matadero de Moorefield siguió la tendencia del sector. En 1990, su nuevo propietario, WLR Foods, quería ampliar la fábrica con 800 nuevos trabajos. Pero la empresa tenía dificultades para encontrar trabajadores, según un artículo del Moorefield Examiner de ese año.
Para resolver ese problema, la empresa buscó fuera de Virginia Occidental. William Ours, un antiguo supervisor de la planta, afirma que fue alrededor de 1992 – mientras avanzaba la expansión – cuando recuerda que los inmigrantes hispanos comenzaron a trabajar junto a residentes que llevaban mucho tiempo en Moorefield.
“Se podría aumentar la producción y más departamentos para atender los pedidos”, explica. “Así que necesitabas más gente”.
Para 2003, Pilgrim’s Pride, empresa que produce casi uno de cada seis pollos en Estados Unidos, había adquirido ambas operaciones. A partir de entonces, ha sido dueña, desde el huevo hasta el producto empaquetado, de la mayor parte del pollo de Moorefield.
(Crédito: Duncan Slade)
Ese mismo año, un primo le dijo a la hermana de Marco, Naomi, que había trabajo en Moorefield. Siendo adolescente, dejó México y llegó al condado de Hardy como inmigrante indocumentada. Dentro de una semana después de llegar a la ciudad, Pilgrim’s Pride la contrató para trabajar en una de las líneas de producción del matadero.
El trabajo era difícil. Cuando Naomi les decía a sus jefes que necesitaba ir al baño, respondían diciendo “un momento” una y otra vez durante horas. Si Naomi les ignoraba y salía de la línea, a veces un jefe golpeaba la cabina, la agarraba del brazo cuando salía y la empujaba de vuelta a su puesto de trabajo.
Una vez, Naomi estaba trabajando en una línea de producción cuando alguien derramó un gran contenedor de amoníaco, un producto químico que puede causar graves daños pulmonares en caso de exposición elevada. Cuando el olor se volvió abrumador, Naomi dijo que sus supervisores evacuaron primero a los trabajadores blancos y la mantuvieron a ella y a otras dos mujeres hispanas trabajando junto a los tanques durante otros 20 minutos.
“Dijeron que tenían que alejar a los que llevaban más tiempo en la empresa”, dijo. “Pero era evidente que era peligroso para todos, no sólo para los estadounidenses”.
Héctor, otro inmigrante indocumentado de México, también trabajó en la planta durante esa época. Su puesto en Pilgrim’s era de separar carne de pollo de los huesos, un trabajo que a menudo provoca las infecciones, cortadas y el síndrome del túnel carpiano.
La mayoría de sus supervisores sólo hablaban inglés. Como inmigrante reciente, muchas veces Héctor no sabía lo que le pedían.
Sin embargo, comprendió algunas de las reprimendas que recibieron él y otros.
“Me decían ‘por qué no lo entiendes’ y ‘qué haces aquí si no hablas inglés'”, cuenta Héctor.
A principios y mediados de los años 2000, Naomi recuerda que habían cientos de inmigrantes hispanos, muchos de ellos indocumentados, que trabajaban en la planta.
Eso cambió en abril de 2008, cuando el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de EE.UU. (ICE, por sus siglas en inglés) hizo una redada en la planta y detuvo a los empleados, entre ellos Héctor. El gobierno federal dijo que poco más de 100 trabajadores de Moorefield fueron detenidos.
El ICE le separó de su entonces novia, con quien se casó más tarde.
“Me sentí horrible”, dijo Héctor. “Ella estaba aquí, así que aquí la dejé”.
Nuevas vías de empleo
La pareja se reencontró en México y regresó a Moorefield dentro de un año. Una vez de vuelta, Héctor no tardó en volver a trabajar en la planta.
Ya no trabajaba directamente para Pilgrim’s Pride, como había hecho antes de 2008. Él y otros antiguos trabajadores afirman que la empresa empezó a contratar a refugiados de países como Eritrea, Etiopía y Myanmar que habían sido reasentados en otros lugares del país – estas personas tenían autorización legal para trabajar en Estados Unidos.
Héctor dijo que en esta ocasión él y otros que carecían de autorización legal fueron empujados hacia dos empresas independientes que contrataban con la planta: Quality, Service, Integrity y Packers Sanitation Services Incorporated, conocidas por sus siglas en inglés: QSI y PSSI. Ambas empresas contratan a empleados de limpieza y saneamiento en todo Estados Unidos.
Los datos federales de la OSHA muestran que ambas empresas empleaban a trabajadores en la fábrica de Pilgrim en Moorefield en la década de 2010. Algunos que trabajaban durante ese tiempo eran indocumentados, según los recibos de pago revisados por Mountain State Spotlight.
La oficina corporativa de Pilgrim’s dice que es responsable del bienestar de los empleados de las empresas contratistas. En su estrategia de sostenibilidad corporativa, la empresa escribió que “nos tomamos en serio nuestra responsabilidad por su salud y seguridad.”
(Crédito: Allen Siegler)
Las empresas de limpieza y saneamiento han declarado en público que uno de sus objetivos es evitar que se asocie a otras empresas con algunos de los trabajos más peligrosos de la industria. En una ocasión, PSSI afirmó que su colaboración con fábricas de procesado de alimentos podría “eliminar la responsabilidad y el riesgo del registro de sus instalaciones”, y el sitio web de QSI afirma que ayuda a las empresas a crear procesos de saneamiento consistentes para proteger sus marcas.
Berkowitz, la antigua alta funcionaria de la OSHA, estudia la relación entre los productores de pollo, incluido Pilgrim’s, y sus contratistas independientes. Dice que es habitual que las empresas avícolas subcontraten algunos de los trabajos más peligrosos de la planta a grupos como PSSI y QSI.
“Pilgrim’s les está diciendo exactamente lo que tienen que hacer”, dijo.
En declaraciones enviadas por correo electrónico, los voceros de PSSI y QSI afirmaron que están comprometidos a contratar únicamente a personas autorizadas a trabajar en Estados Unidos.
“QSI protege el sueño americano al brindar oportunidades profesionales a quienes son pasados por alto, quienes necesitan segundas oportunidades o quienes simplemente necesitan una oportunidad para demostrar su valor”, escribió Gene Boulware, director de relaciones corporativas y comunitarias de la empresa.
Héctor trabajó temporadas en ambas empresas. Aunque la gente entraba y salía con frecuencia, dice que la mayoría de sus compañeros eran inmigrantes.
Y el trabajo seguía siendo peligroso. Un día, poco después de ponerse los guantes para empezar un turno, Héctor sintió un picazón en la parte de arriba de la mano izquierda. Al principio lo ignoró, pero pasados unos 30 minutos la sensación se volvió abrumadora.
“Al quitarme mi guante blanco, vi que se me pegaba a la piel”, dijo Héctor mientras señalaba una cicatriz entre los dedos y la muñeca. “Todo estaba rojo”.
Sus jefes le hicieron meter la mano en agua fría y le llevaron corriendo al hospital. Más tarde, Héctor se enteró que el guante blanco que le dio PSSI estaba contaminado con una de las docenas de agentes químicos peligrosos que se utilizan para lavar las máquinas de procesamiento avícola.
(Crédito: Roger May)
En una declaración, PSSI dijo que los empleados pasan las primeras tres semanas recibiendo formación sobre peligros posibles, protocolos de seguridad y cómo manejar los agentes químicos.
“Hemos realizado importantes inversiones en seguridad en este ámbito y hemos reducido a la mitad nuestra tasa de lesiones registrables de la OSHA en los últimos seis años”, escribió la empresa.
Fue mientras trabajaba para QSI cuando Marco presenció cómo casi le cortan el brazo al puertorriqueño y cuando le pidieron que se subiera a máquinas altas.
A pesar de que la casi amputación está documentada en los registros federales de seguridad, Boulware escribió que la empresa no tenía conocimiento directo del incidente y no aclaró nada cuando se le enseñó el registro de la OSHA. Afirmó que QSI no conocía ningún trabajo que requiriera trepar y señaló que la empresa dispone de vídeos de formación en seis idiomas diferentes.
Marco recuerda otro turno en el que una máquina aplastó la mano de un trabajador. Después de recibir una cirugía para colocarle un implante de metal en el hueso del dedo, Marco dijo que sus supervisores le pidieron a él que llevara al hombre a sus citas de fisioterapia.
Por no hablar de todos los agentes químicos que manejaba. Cuando trabajaba con los agentes secos, Marco decía que era casi imposible no inhalarlos, lo que a veces le producía dolor en el pecho. También trabajaba con agentes líquidos, a pesar de sentir que no había recibido la formación adecuada para utilizarlos.
Uno de los agentes líquidos se le quedó grabado años después. Era un producto de limpieza al que él y sus compañeros habían apodado “sangre del diablo”.
“Si toca tu piel, empieza como a comérsela”. Marco dijo, relatando las veces que gotas del líquido negro cayeron en sus manos.
Angela Stuesse es profesora de antropología en la University of North Carolina-Chapel Hill [La Universidad de Carolina del Norte-Chapel Hill] y lleva décadas estudiando la relación entre las plantas avícolas y sus trabajadores. Afirma que este tipo de control laboral se observa en las fábricas de pollos de todo el país.
Aunque las empresas avícolas no intentan crear un entorno en el que la gente enferme y se lesione con frecuencia, afirma que su objetivo principal es generar dinero para sus accionistas. Y una de las formas más eficaces de mantener los gastos bajos es emplear a personas con pocas alternativas.
“Es cuestión de garantizar la mano de obra más lucrativa y explotable”, afirma Stuesse.
Un ejemplo es lo que ocurrió en 2020, cuando el COVID-19 se propagó entre los trabajadores de la planta en Moorefield y las industrias cárnica y avícola en general.
Pilgrim’s Pride estaba desesperada por conseguir trabajadores. La planta recurrió a Quintanilla Poultry, una empresa con sede en Carolina del Sur que contrató a docenas de trabajadores indocumentados del condado de Hardy para mantener en marcha el proceso de producción.
Los inmigrantes de Moorefield que trabajaron para Quintanilla dijeron que se les asignaban responsabilidades similares a las de la gente contratada directamente por Pilgrim’s Pride. A diferencia de otros trabajadores de producción, sus antiguos empleados dijeron que nunca se les ofreció un seguro médico. Pero los nuevos riesgos de enfermedades infecciosas se sumaron a los peligros que ya corrían.
Naomi, la hermana de Marco que llegó a Moorefield en 2003, dijo que fue una de los inmigrantes contratados por Quintanilla en 2020. Ella dijo que los supervisores instruyeron a los empleados a venir al trabajo incluso si tenían síntomas de COVID-19. Naomi comparte que cuando dio positivo al virus, un gerente de la empresa le dijo que ocultara los resultados de la prueba a los representantes de Pilgrim’s.
Juan Quintanilla, propietario de Quintanilla Poultry, dijo en marzo que estaba en proceso de cerrar su empresa y rehusó responder a más preguntas.
Un futuro precario
(Crédito: Duncan Slade)
Hoy en día, docenas de camiones con cajas llenas de pollos vivos circulan a diario por la calle Main Street, rodeada por las casas históricas de Moorefield y el colegio público con fachada de vidrio. Variando con el día y la hora específica, la fábrica desprende un olor que recuerda a alitas de pollo fritas, caucho quemado o abono empanizado.
Cuando llegan los camiones al centro de la ciudad, giran por una de las carreteras privadas que atraviesan el complejo de Pilgrim’s Pride; pasan junto a los edificios donde se elaboran los trozos de pollo las 24 horas del día.
Una vez más va cambiando tanto la mano de obra inmigrante de Pilgrim’s Pride en Moorefield como la relación entre Pilgrim’s y las empresas contratistas.
En 2022 y 2023, la empresa despidió a muchos trabajadores inmigrantes indocumentados, entre ellos Héctor, Marco y Naomi. Sucedió más o menos al mismo tiempo que mejoraba la escasez de mano de obra en sus fábricas estadounidenses relacionada con el COVID-19, según un informe de ingresos corporativos.
Boulware, el vocero de QSI, dijo que su empresa dejó de tener contratos en Moorefield en 2023. Cuando ocurrió eso, PSSI se hizo cargo de las responsabilidades de limpieza y saneamiento del matadero y de la planta de comidas preparadas, según Kayla Stump, la coordinadora de contratación local de la empresa.
Además, muchas de la gente procedente del Sudeste Asiático y África Oriental que trabajó en la planta en los años 2010 se han ido de Virginia Occidental.
Than Htay Maung y su familia se marcharon de Myanmar a Estados Unidos después de que el gobierno impidiera que su esposa, una periodista, informara libremente. Poco después de divorciarse, un amigo de la familia le contó de una oportunidad laboral en Moorefield.
(Crédito: Roger May)
Ahora, después de trabajar una década en el matadero de Pilgrim’s Pride, Htay Maung ha visto cómo la decaída de la comunidad birmana del condado de Hardy: pasó de cientos de personas a principios de los años 2010 a apenas un puñado hoy en día.
“Algunos se casaron”, dice Htay Muong en birmano. “Algunos se mudaron a otro lugar para trabajar. Algunos encontraron un trabajo mejor en otro sitio”.
Según Htay Muong, el trabajo avícola paga mejor que otros trabajos en Virginia Occidental para personas que no hablan inglés. Y no ha interferido con su pasión principal, la pintura – al menos por ahora.
Tras años destazando y cortando pollos, ahora experimenta dolores intensos que recorren de los antebrazos hasta los dedos.
Cuando cuenta a sus supervisores lo de sus brazos, dice que le han dado crema Biofreeze para frotarse las manos. La mayoría del tiempo, aguanta el dolor sin decir nada.
A Htay Muong le preocupa que pronto no pueda sostener un pincel.
“Si no puedo usar las manos, usaré los pies y la lengua”, dijo.
Ahora, Pilgrim’s está dotando de personal a la planta en Moorefield con muchas personas procedentes de países caribeños que buscan o han recibido el estatus migratorio de asilo. En febrero, John Tenerus, un inmigrante haitiano, calculó que entre 300 y 400 personas de su país de origen trabajan en la fábrica actualmente.
(Crédito: Roger May)
Ya llevando aproximadamente un año siendo empleado de alimentos preparados de Pilgrim’s, dijo que hasta ahora todo ha salido mayormente sin novedades.
“Creo que está bien”, dijo. “No es peligroso”.
En más de dos décadas en Moorefield, Naomi ha visto a muchos grupos de inmigrantes llegar a la planta con grandes esperanzas y marcharse con cicatrices y desilusiones.
Aunque ya no trabaja allí, teme que el nuevo grupo de trabajadores haitianos, muchos de ellos de raza negra, pueda llegar a sufrir problemas similares a los que ella sufrió.
“En mi opinión, si a nosotros nos discriminaron, a la gente de Haití aún más lo harán”, dijo Naomi.
Sin importar de dónde vengan los trabajadores, Marco anticipa que la planta seguirá empleando a personas alejadas de su tierra natal, como él, para alimentar al resto del país. Y también Pilgrim’s lo anticipa.
En recientes informes a sus accionistas, el gigante avícola afirma que sus ingresos podrían verse dañados por una nueva legislación sobre inmigración o una aplicación de la misma que podría interrumpir la producción o implicar multas.
“No se puede garantizar que los esfuerzos de las autoridades por hacer cumplir la ley no afecten a parte de nuestra mano de obra o de nuestras operaciones en una o más instalaciones, por consiguiente impactando negativamente en nuestro negocio”, escribió la empresa en un informe anual a principios de este año.
Marco sólo espera que su esposa y él puedan pagar la escuela de sus hijos y mantenerlos fuera de la planta. Quiere que puedan trabajar en algún lugar lejos de cualquier máquina deshuesadora o “sangre del diablo.”
“Eso es lo que les digo a mis hijos”, dice. “Que estudien todo lo posible. Y por eso seguimos buscando trabajo.”
(Crédito: Roger May)
Lorena Ballester fue la intérprete para las entrevistas con hispanohablantes para este artículo. Aliese Gingerich y Alan Guzmán Puac (español), Swe Swe Aye (birmano) y Christelle Georges-Louis (criollo haitiano) hicieron las traducciones.