Con diabetes y sin seguro médico: así enfrentan la pandemia de COVID-19 los campesinos de California

Oxnard, California.– Tres miembros de mi familia, todos campesinos mixtecos de California, murieron el año pasado por coronavirus. Mientras nos recuperamos, también nos preguntamos si la diabetes jugó un papel en sus fallecimientos.

A medida que la variante ómicron se propaga rápidamente por toda California y el país, mi familia y muchos integrantes de la comunidad de trabajadores agrícolas mixtecos enfrentan un riesgo de dos a cuatro veces mayor de enfermarse gravemente o incluso de muerte. Muchos de ellos sufren de diabetes y otras enfermedades crónicas que hacen a los pacientes más vulnerables a las complicaciones del virus.

Para los trabajadores agrícolas mixtecos en California, prevenir las muertes por COVID-19 requerirá más que una nueva píldora de Pfizer (la cual muchos de nosotros, que no contamos con un seguro médico, probablemente no podremos comprar).

Necesitamos soluciones más efectivas a los problemas que históricamente han sido parte de nuestras vidas desde que yo tengo uso de razón. 

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El lider comunitario mixteco Arcenio J. Lopez protesta junto a miembros de su comunidad en Oxnard, California, para exigir mejores condiciones laborales.Arcenio J. Lopez

El lider comunitario mixteco Arcenio J. Lopez protesta junto a miembros de su comunidad en Oxnard, California, para exigir mejores condiciones laborales.Arcenio J. Lopez

No recuerdo con exactitud la primera vez que escuché sobre la diabetes. Solo sé que era un niño cuando escuché a mis tías compartir historias en el idioma mixteco sobre el tema, cada vez que venían de visita desde Estados Unidos a nuestro pueblito indígena en Oaxaca.

Ellas compartían historias de diabéticos. Mis tías no sabían mucho sobre las causas de esa enfermedad, solo que podía provocar altos niveles de estrés y frustración o enojo, y que estaba asociado con el consumo excesivo de gaseosas que, decían, "hacía que la sangre se convirtiera en azúcar".

En mi ignorancia, no tenía claro cómo la sangre de las personas se podía convertir en azúcar y por qué a algunos incluso les amputaban los pies como resultado de la diabetes crónica.

Estas historias eran sobre miembros de mi familia, mis parientes, los trabajadores de los campos de fresas en Oxnard, los recogedores de uvas en Madera o los cosechadores de jalapeño en los campos de Gilroy.

La historia de mi familia es la de muchas familias indígenas mexicanas.

Mis abuelos y padres comenzaron su vida como trabajadores migrantes en las décadas de 1950 y 1960, primero en los campos de algodón de Tapachula, Chiapas, y luego en la industria de la caña de azúcar, en Veracruz. Luego, a principios de la década de 1970, comenzaron en la pizca de jitomates en Culiacán, Sinaloa.

Crecí escuchando las historias de mi abuela sobre su época como jornalera. Ella me contaba que ahorrar dinero era el objetivo principal de su familia. Por esa razón, no podían permitirse gastar en refrescos. En cambio, traía uno o dos litros de café al campo para tener energía durante el largo día de trabajo, en el que ganaba 30 pesos diarios (1.50 dólares).

“Tenía que hacerlo para no comprar refrescos en la Tienda de la Raya y endeudarme”, me decía. La Tienda de la Raya era un mercado de la empresa que cobraba precios desorbitados, una forma de explotación y robo de salario a los jornaleros.

Sin beneficios de salud

No recuerdo haber escuchado a mi abuela hablar de ningún beneficio para los jornaleros: nunca mencionó que les dieran algún tipo de seguro médico. Siempre hablaba de las precarias condiciones que padecía. En Tapachula, Chiapas, incluso dormían y cocinaban bajo los árboles.

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Un hombre cultiva lechuga en California.GomezDavid / Getty Images

Un hombre cultiva lechuga en California.GomezDavid / Getty Images

Fue solo en Culiacán, Sinaloa, donde se les ofreció una habitación con techo para que pudieran vivir temporalmente durante la cosecha del jitomate. Vivían en casas para trabajadores agrícolas, pero no tenían acceso a agua potable. Usaban el agua del canal de riego para bañarse, cocinar y beber. De hecho, a la edad de 10 años mi madre tenía el trabajo de llevar el agua de los canales a los trabajadores agrícolas en los campos.

Mis abuelos, tanto maternos como paternos, estuvieron entre los jornaleros contratados bajo el programa Bracero, que trajo a los primeros trabajadores de México a Estados Unidos para laborar en el campo. Decidieron probar suerte en California, y fueron de los primeros mexicanos indígenas que llegaron a Estados Unidos. Más tarde le siguieron otros miembros de la familia.

Hace más de 20 años, se publicó una encuesta sobre la salud de los trabajadores agrícolas de California, un estudio titulado Sufrimiento en Silencio. Reveló que el 70% de los trabajadores agrícolas carecían de seguro médico y un tercio de los hombres que trabajaban en el campo informaron que nunca habían ido a una cita médica en su vida.

Las condiciones laborales de los trabajadores agrícolas de California no han mejorado desde ese estudio. Hoy en día, decenas de miles de personas que trabajan en la agricultura en este estado no tienen seguro médico ni ningún otro beneficio que les permita cuidar de su salud.

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La comunidad mixteca de Oxnard, California, exige mejores condiciones laborales.Arcenio J. Lopez

La comunidad mixteca de Oxnard, California, exige mejores condiciones laborales.Arcenio J. Lopez

Y la diabetes se ha convertido en una epidemia silenciosa que invade nuestras vidas. Recuerdo a mi abuela, que me dijo que no bebía refrescos porque era demasiado pobre. Hoy, los trabajadores de campo de California beben refrescos en lugar de agua como una forma de mostrar su posición social. Si puedes darte el lujo de beber refrescos, se piensa, te coloca en un nivel más alto que aquellos que solo beben agua.

Veo esto como otra forma de colonialismo que persiste en nuestro sistema agrícola, donde los trabajadores son explotados, llevados a adaptar una dieta no saludable y carecen de beneficios básicos.

Expuestos a la comida chatarra

Cuando llegué a este país en 2003, a la edad de 21 años, trabajé en los campos de fresas. Allí me di cuenta de que los refrescos y las bebidas energéticas con alta concentración de cafeína representan un grave riesgo para la salud de mi comunidad indígena. Recuerdo que una de mis tías me contó acerca de sus problemas de salud, como la presión arterial alta y la prediabetes.

“Creo que es porque comencé a beber demasiados refrescos y a comer comida rápida”, me decía, pues esto era a veces mas rápido y fácil, después de largas horas de trabajo, en la década de 1990.

Según el fallecido Don Vallejo, uno de los investigadores más reconocidos sobre la salud y el bienestar de los trabajadores agrícolas, cerca del 30% de los 800,000 trabajadores agrícolas del estado son indígenas.

Sabemos que los trabajadores agrícolas están expuestos a bebidas azucaradas todos los días para poder tener la energía suficiente para soportar las largas horas y recoger la mayor cantidad posible de cajas de frutas y vegetales por día para pagar la renta, el cuidado de los niños, el transporte y la alimentación. Pude ver de primera mano lo que dicen los científicos: que las altas tasas de diabetes entre los trabajadores agrícolas se deben a una mala alimentación relacionada con las largas jornadas laborales.

Los trabajadores agrícolas consumen principalmente carbohidratos y proteínas en su dieta, lo que aumenta el riesgo de diabetes, e irónicamente rara vez tienen acceso a las verduras y frutas que ellos mismos cosechan en el campo. Se conoce que muchos trabajadores con diabetes no saben que tienen la enfermedad. Sin el tratamiento adecuado a tiempo esto puede provocar problemas cardiovasculares que terminen en amputaciones, accidentes cerebrovasculares, ataques cardíacos y ceguera.

Según un estudio de la Universidad de California Merced publicado en 2015, tres cuartas partes de los trabajadores agrícolas en el estado son indocumentados y no tienen seguro, y muchos padecen de condiciones de salud precarias. La diabetes se ha convertido en una de las principales epidemias de salud entre esta población, de la que mi comunidad forma parte.

Las enfermedades ligadas a las precarias condiciones laborales y de vida que mis abuelos y mis tías soportaron ahora hacen que los trabajadores agrícolas sean más vulnerables al COVID-19.

Rompiendo el ciclo

Es hora de detener el abuso y la explotación hacia los trabajadores agrícolas. Es hora de que su trabajo sea considerado fundamental y de que reciban un pago justo, acceso a servicios de salud y una mejor alimentación. El sistema actual es racista y costoso y está muy lejos de proporcionar equidad para los Pueblos Originarios.

A medida que nos enfrentamos a una etapa nueva y aun más aterradora de la pandemia, debemos aprender de este momento y abordar los abusos del pasado para encaminarnos hacia un futuro mejor, para que los trabajadores agrícolas puedan tener la esperanza de salir de esta crisis incluso más fuerte. 

Es hora de detener el abuso y la negligencia. A medida que se propaga la variante ómicron, los trabajadores agrícolas deben recibir un salario justo y tener acceso a mejores alimentos y servicios de salud, algo que ahora se está considerando seriamente en Sacramento, California, para aquellos que son indocumentados.

La pandemia nos mostró desde el principio que el trabajo de alimentar a Estados Unidos es esencial. Las personas que hacen el trabajo también deben ser tratadas como esenciales.

*Arcenio J. López es director ejecutivo de MICOP (Mixteco/Indígena Community Organizing Project) y produjo esta historia durante su participación en el programa de becas California 2021 del Center for Health Journalism USC Annenberg, con el apoyo de Ethnic Media Services.

[This article was originally published by Noticias Telemundo.]

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