Reclutando a los “desesperados’’
This story was produced as a project for the USC Annenberg Center for Health Journalism’s 2021 National Fellowship.
María Elisa Rangel, una inmigrante indocumentada en Arizona, falleció a los 38 años tras un ensayo clínico.
Solo en 2020, las principales compañías farmacéuticas del mundo, las Big Pharma, invirtieron unos 200,000 millones de dólares para probar nuevas medicinas en humanos. Uno de los mayores retos de la industria es reclutar voluntarios dispuestos a asumir los riesgos, sobre todo cuando se trata de minorías como los latinos y las personas negras.
Aunque los latinos en el país representan el 18.5% de la población total, hasta 2019 menos del 8% participaba en ensayos clínicos que requieren pacientes con condiciones previas de salud. Sin embargo, estudios sugieren que ellos y otras minorías están sobrerrepresentados en los ensayos de Fase 1, la etapa de investigación donde se suele reclutar participantes saludables que no obtienen beneficios terapéuticos de los tratamientos bajo investigación, sino beneficios puramente económicos.
“Queremos medicamentos, vacunas y productos para el hogar que sean seguros para todos”, dice Arthur Caplan, jefe de la División de Ética Médica en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York. “Pero la realidad es que, cuando se hacen experimentos pagados, no hay muchos participantes blancos de clase alta o media; suelen ser quienes necesitan dinero con urgencia”.
A pesar de la constante profesionalización dentro de la comunidad hispana muchos siguen trabajando en empleos mal pagados como la construcción, la agricultura y los servicios, según la Oficina de Estadísticas Laborales. La respuesta de algunos inmigrantes a la falta de oportunidades laborales ha sido rentar su cuerpo a la ciencia tantas veces como les es permitido hasta convertirse en “conejillos de Indias profesionales”, una especie de empleo a destajo que la industria farmacéutica ha fomentado, según académicos.
Sus motivaciones son variadas: desde reunir dinero para pagar trámites migratorios, enviar remesas a América Latina, hasta costear vacaciones en Disneylandia. Quienes participan suelen ganar entre 200 y 250 dólares diarios como promedio, de acuerdo con hallazgos publicados.
Para inscribirse en un ensayo clínico en Estados Unidos no hace falta tener seguro médico y las clínicas tampoco ofrecen uno. Noticias Telemundo comprobó que, en algunas ocasiones, parte de los gastos derivados de la atención médica de emergencia por un ensayo tuvieron que ser cubiertos por programas financiados por los contribuyentes, como Medicaid.
El Medicaid de Arizona, un sistema conocido como AHCCCS que se financia con dinero estatal y federal, pagó 1,180.08 dólares de gastos médicos relacionados con la enfermedad y la muerte de María Elisa Rangel, a quien Celerion envió dos veces a urgencias tras sufrir inflamación en el rostro, alopecia, dolor en el pecho, depresión y ansiedad producto del síndrome DRESS.
Según el consentimiento informado que firmó Rangel, la farmacéutica y/o la clínica cubrirían los “gastos médicos razonables” de cualquier lesión relacionada con el estudio.
Medicaid confirmó a Noticias Telemundo que este dinero no le ha sido reembolsado, pero que “la ley federal autoriza a los programas de Medicaid a cubrir servicios de emergencia proporcionados a personas elegibles” bajo ese programa.
“La participación en un ensayo clínico no impide cubrir los servicios de emergencia cubiertos”, dijo una portavoz de AHCCCS en un correo electrónico.
Aunque los pacientes y los hospitales son responsables de reportar si hay una potencial tercera compañía responsable por gastos médicos, el sistema no es infalible y puede dar lugar a fraudes, dice Tony Rodgers, quien entre 2003 y 2009 dirigió el AHCCCS. A veces tiene que ocurrir un pleito legal o un caso tiene que llegar a la prensa para que Medicaid se entere de que era otro quien debía pagar, de acuerdo con el exfuncionario.
La mayor cantidad de ensayos clínicos en Estados Unidos tiene lugar en California, Texas, Nueva York y Florida, donde hay mayor concentración de latinos. En ciudades como Miami, la demanda de latinos interesados en esta forma de “trabajo” es tan alta que los reclutadores dicen no tener que esforzarse mucho para inscribir participantes.
“A mí me llaman más de 100 personas diariamente”, dice Marylean Camacho, una reclutadora de la clínica CenExel RCA en Hollywood, Florida. “A veces viene un paciente y te trae 20 pacientes”.
Generalmente, las clínicas reclutan voluntarios a través de anuncios publicitarios en las redes sociales, la televisión y la radio. Los doctores, incluidos los de cabecera, también pueden recomendar los ensayos clínicos de fases avanzadas a sus pacientes enfermos y recibir una compensación por hacerlo.
“Cobayas profesionales”
La elevada demanda ha dado lugar a denuncias de intentos de soborno. Tres participantes latinos dijeron a Noticias Telemundo que empleados de clínicas les han pedido dinero o regalos para garantizarles un puesto en las pruebas.
Nahara Candelaria, una inmigrante cubana que en 2020 cruzó a Estados Unidos por México con su hija de 8 años y su pareja, entró al primer estudio solo meses después. Sin permiso de trabajo, le ha sido difícil pagar los trámites de residencia de su familia. Por tomar un fármaco contra la psoriasis y estar ingresada 15 días en la clínica CenExel RCA le pagaron 5,400 dólares.
Pero, antes de entrar a ese estudio, en otra clínica de Miami le pidieron 500 dólares para aceptarla y ella se negó, dice. "¿Por qué tengo que pagar por exponer mi vida?", se queja Candelaria, quien pidió no mencionar el nombre de la clínica que intentó sobornarla por miedo a represalias.
Otros dos hispanos, incluyendo la novia de Candelaria, contaron episodios similares en clínicas del área metropolitana de Miami, donde se realizan muchos ensayos de Fase I, de acuerdo con académicos e investigadores médicos.
Más de 400 estudios han sido suspendidos en Estados Unidos en el último año y medio debido a la pandemia de coronavirus. No está claro si la alta demanda de personas queriendo entrar a estudios está relacionada con este recorte.
Candelaria es una especie de “profesional” en ciernes de los ensayos, que tiene intenciones de seguir ganando dinero con estas pruebas. Sus días en la clínica han sido como unas vacaciones remuneradas, dice sin ocultar su satisfacción. Mientras duerme, le están pagando. Mientras cena, le están pagando. Mientras mira America’s Got Talent, le están pagando.
“No es que yo quiera el dinero fácil, porque los estudios clínicos no son fáciles”, cuenta. “Pero a los inmigrantes nos machacan en los trabajos y los salarios no cubren todas las necesidades. Yo no voy a venir de Cuba a asaltar un banco”.
Nahara Candelaria comenzó a participar en ensayos clínicos para pagar las green cards (tarjetas de residencia) de su familia.
Algunos participantes como Nahara pasan el tiempo dibujando durante su internamiento de 15 días en la clínica CenExel RCA, en Hollywood, Florida.
A pesar de que no se conocen los efectos a largo plazo de la participación constante en estudios con fármacos experimentales, el Gobierno permite que clínicas como Celerion tengan programas VIP enfocados en reclutar una y otra vez a los mismos voluntarios.
“Si aceptamos que las personas asuman otro tipo de trabajos mal pagados, en condiciones en las que los riesgos se minimicen, sean revisados por alguien y monitoreados cuidadosamente, yo no veo ningún problema con que alguien continúe participando en diferentes estudios a lo largo del tiempo”, dice Christine Grady, jefa del Departamento de Bioética del Centro Clínico de los Institutos Nacionales de Salud (NIH).
Las farmacéuticas hicieron de los ensayos clínicos un empleo en los años 80, cuando dejaron de experimentar en prisioneros y tuvieron que buscar una nueva población, dice Roberto Abadie, un antropólogo médico que imparte clases en la Universidad de Nebraska en Lincoln. “La industria quiere y necesita gente de la que pueda depender. Que sepa que van a empezar [un estudio] y terminarlo”, argumenta.
Hasta mayo de 2022, en Estados Unidos había más de 29,000 estudios registrados en clinicaltrials.gov, reclutando participantes o listos para hacerlo. La comunidad médica y académica no parece estar de acuerdo en la necesidad de tanta investigación experimental en humanos.
“La realidad es que la mayoría de estos medicamentos brindan beneficios marginales, si brindan alguno, sobre los ya existentes. La FDA no exige que una nueva droga sea mejor que una droga vieja, sino que es mejor que nada”, sostiene Jill Fisher, profesora del Centro de Bioética de la Universidad de Carolina del Norte.
Pero Mark Rogge, un farmacólogo clínico que imparte clases en la Universidad Internacional de Florida, dice que el número masivo de ensayos responde a los constantes hallazgos científicos sobre la complejidad de las enfermedades. Además, “muchos medicamentos se están reemplazando por productos más seguros”.